domingo, 29 de marzo de 2009

Articulo publicado en el boletin del Medinaceli por Daniel Mellado



MI LLEGADA AL MEDINACELI

Desde pequeño tenia mucha fe al Medinaceli. Me gustaba verle por las calles y esperaba ansioso tener la edad para poder acompañarlo como nazareno. Con el tiempo vi realizado mi sueño enfundándome la deseada túnica morada y marchar ante El formando parte de los tramos, alumbrando su penoso camino. Veía, el día de la salida, como se preparaba la cuadrilla de costalero s y sentí curiosidad y deseo de formar parte de ella y comprobar en mi persona lo que escuchaba, lo que veía, lo que podría sentir. Así que con 17 años me acerqué por la casa de hermandad para ver un ensayo, vivirlo de cerca, como se hacia, como era, la unión que existía entre capataz y cuadrilla, como trabajaban. ... Allí embelesado por esas inolvidables sensaciones y encerrado en mis pensamientos, durante el descanso del cigarrillo, un costalero y amigo, me presentó al capataz al que dicho sea de paso, no me atrevía a preguntarle por la información que me había llegado de serio, duro y malaje, si había un sitio.
Mi sorpresa fue que el famoso capataz me decía, eso si muy serio, “ bajo el paso del Medinaceli siempre hay sitio para cualquier chaval que quiera y sienta ser costalero”.
Aquella respuesta me llenó de alegría. Esa noche no pude dormir después de contárselo a mis padres y que me dieran su autorización, pensando como sería el próximo viernes en que ya me incorporaba como costalero del Medinaceli. Aquella semana me pareció un mes. Adquirí allí mismo, en la hermandad, el costal y la faja y hablé con el capataz que andaba por allí regulando las trabajaderas, más detenidamente y desde .ese instante me enseñaba lo que es el trabajo, como se hacía la ropa, la forma de andar... me fui muy contento y contando los días que quedaban para mi primer ensayo.
Así llegó el primer viernes de ensayo. Fui el primero en llegar, estaba impaciente, nervioso. Poco a poco fueron llegando los integrantes de la cuadrilla y una vez todos allí “el Bigote” así es como llamamos a nuestro capataz, me presentó junto a otros nuevos compañeros, a la cuadrilla dándonos la bienvenida e integrándome rápidamente con mis nuevos hermanos, a los que les faltó tiempo para bautizarme con el apodo de “Chorbo” debido a mi juventud y haciendo honor a la tradición costal era que bajo los palos nos llamamos por el apodo.
Apodos como Pato, Torito, Botica, Chincheta, Gitano, Joni, Nene, Chispa, Picota, Compare, Tito Paco, Sevillano, Comandante, Cariño, Polaco, Fisio, Vieja, Ñoño, Kiko, Ranchero, Madero, Farruquito. . . y algunos mas. Cuando me toco el turno y entré bajo el paso me sentí morir por la emoción contenida. Aquello era un mundo distinto, peculiar otra cosa. Me colocaron junto a uno de los veteranos ocupando el puesto de “fijador” en el sexto palo para que fuera cogiendo experiencia. Me fijaba muy mucho de cómo se colocaban, como levantaban, como andaban y siempre muy atento a las indicaciones que me iban dando. Fue especial esa primera levantá que me cogió un poco despistado y empecé a dar mis primeros pasos con la marcha «Bulerías en San Román». Aquel primer ensayo se me hizo cortísimo pues tenía ganas de palo, de aprender, de estar más tiempo con esa gente increíble que es la cuadrilla del Medinaceli.
Cuando terminó el ensayo quedé sorprendido porque el vocero hacía un «escote» para recaudar algún dinerillo y tomamos una copita todos juntos y eso funciona para promover la amistad, intercambiar opiniones y pasar un rato agradable. El “Bigote” ya parecía otro. Ya no era ese «ogro» que me habían pintado y tiene su explicación ya que durante el ensayo, es muy serio, exigente y no tolera ninguna broma mientras estamos debajo del paso. Ahora era uno más, un compañero que aguantaba las bromas de los más veteranos como cualquiera de nosotros.

Así pasaron los tres ensayos restantes y llego el gran día. Aquella noche de Miércoles Santo se me hizo eterna y mosqueado porque la lluvia hacia su aparición. Amaneció el Jueves Santo, a las 12 el Bigote nos había citado en la casa de hermandad para hacer el retranqueo. Yo estaba allí a las 11 de la mañana encontrándome al Hermano Mayor y algunos miembros de la junta de gobierno. Cuando llegó el capataz casi todos estábamos allí, empezando a hacemos la ropa mientras que el “Bigote” nos iba llamando uno por uno, y colocándonos en nuestro sitio volviendo a igualamos por enésima vez.
Al terminar entramos bajo el paso pero ahora era distinto porque el Señor de Ceuta estaba presidiendo su paso. Con el primer martillazo sentí que mi corazón explotaba de tanta emoción como guardaba esperando el momento de sentir su dulce peso sobre mi cuello. En el segundo toque de martillo metí con toda mis fuerzas los riñones, tal como me habían enseñado, y en el tercero levantamos a pulso muy suave, muy despacio para no quebrantar la serenidad de nuestro Sagrado Titular. Había levantado, como su costalero por primera vez en mi corta vida, al MEDINACELI.
Aquello fue grandioso, no tengo palabras para poder describir lo que sentí en esos momentos y la emoción que sentía era algo que no había sentido nunca. Cuando empezamos a andar con la marcha fue algo increíble mas, cuando en la segunda marcha el “Bigote” nos puso la marcha Costalero, cantada y dedicada a nosotros ¿que puedo decir?
La decepción llego mas tarde. A las 6 de la tarde quedamos en el bar de Martín, uno de los pesos pesados dentro de la cuadrilla, para tomamos un café o un refresco ya que de alcohol nada de nada pues el “Bigote” nos lo tiene prohibido antes de la salida. A las 7 todos estábamos en la casa de hermandad esperando el momento crítico de la salida. Nos preparamos; Manuel nos reunió y nos habló durante un rato, pero ya no de cosas técnicas sino algo mucho más profundo. Nos habló de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, de lo que representa, lo que significa para los cristianos y más si formábamos parte de su cuadrilla de hermanos costaleros. No podía imaginar que de nuestro capataz salieran tan bonitas palabras, tan profundas. No te conocen Bigote!
Pero llegó el momento que ninguno esperábamos. La Junta de Gobierno, por el mal tiempo y la lluvia, decidió que no salíamos. Fue una decepción, se me calló el mundo encima y en un rincón lloré como un niño chico abrazado a uno de mis nuevos amigos: Víctor «el sevillano» que en su pena me consolaba «desconsoladamente». Fue un momento muy duro para mí en particular y para todos nosotros incluido nuestro capataz y su equipo de colaboradores que aguantaba el momento a duras penas. En la calle mi madre me espera también con lágrimas en los ojos, ya que es muy devota del Medinaceli, porque mi gran ilusión, mi sueño, se la había llevado la lluvia que no quería perderse ese momento.
Solo me queda agradecer a todos mis hermanos costaleros la acogida que me dieron, al “Bigote” que me diera la oportunidad de ser un costalero más de mi Cristo, al hermano Mayor y la Junta de Gobierno y como no a mis padres que desde uh primer momento me apoyaron.
Una vez más GRACIAS y este año si El quiere nos volveremos a ver para pasearlo por las calles de Ceuta acompañado por su Bendita Madre la Virgen de los Dolores.

Daniel Mellado «El Chorbo»

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